Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2016

Al que madruga, dios lo ayuda.

¿ Que se encubre detrás de esta frase tan utilizada por una generación y repetida hasta el hartazgo por las precedentes? Quizás un refrán más: Palabras que sirven en algún silencio para no dejar ese espacio vacío en la charla. El discurso de la ayuda divina es discutible desde todos los puntos de vista, sin entrar en temáticas espirituales, los seres humanos falibles estamos expectante de algo más. Algo que nos ampare cuando las papas queman, por eso, nos aferramos  a la idea de que cualquier milagro puede salvarnos. No me puedo imaginar que le hubiera pasado a Moisés, si el día pactado para la liberación del pueblo hebreo, las pilas de su despertador hubieran fallado. Quizás el cansancio del día anterior sumado al arduo trabajo de coordinar todo un pueblo, hubieran surtido efecto en su cuerpo, provocando que no se pudiese levantar antes del amanecer. Al no madrugar incumplió la regla socialmente establecida, por lo tanto, tiene que prescindir de la ayuda de dios. El curso de la h...

Matemáticas.

Quizás somos: suma de partes que se rompieron, y nunca pudieron arreglarse. Diferencia entre lo que éramos y las constantes transformaciones que nos ordena el presente. Producto entre lo que tenemos y lo que queremos ser. Cociente entre ser uno mismo y cambiar solo para agradarle a alguien (que no sabe ni cómo nos llamamos).

Mi pelo.

Me gusta mi pelo porque se puede atar —le dijo —. También me gusta que otros lo puedan acariciar, entro en estado de trance, y los conflictos adquieren el tamaño que merecen. Me gusta que se pueda cortar —le dijo mientras apoyaba la cabeza en su pecho—, a veces se daña mucho con la planchita, al cortarlo se cae todo lo que era pajoso y queda un pelo mucho más sano. Me gusta mojarlo — se reía y le hacía vibrar la caja torácica—, sobre todo cuando me agarra la lluvia  y no tengo paraguas. Camino y siento cómo se va humedecido de a poco el cráneo, la nuca y toda la espalda. A las chicas finas les da asco esa humedad, a mi me gusta sentir cuán fría está el agua. En las vacaciones me meto al mar, tanto tiempo como puedo, al salir se seca sólo con el sol. Si lo ves a contraluz, parece que su tono es rubio. Me gusta teñirlo —él prendió un cigarrillo y la habitación se llenó de humo— pero nunca me decido qué color me queda bien, creo que es porque soy indecisa. No todos los colore...

Caminar y sonreír

C aminar y sonreír. Eso era lo que tenía ganas de hacer. No porque todas le estuvieran saliendo bien, al contrario.Lo había acuñado como una forma de resistencia. De la misma forma en que el cerebro envía señales eléctricas al cuerpo, estos movimientos son involuntarios. Las zapatillas golpean el suelo con ritmo. Primero, el de su respiración. Después, el de sus auriculares. La sonrisa no era de placer, mucho menos de diversión. Si la tuviera que describir diría que era de ironía. Esa mirada con la que se toma las cosas en la vida. La que muchas veces utilizó de escudo para que las flechas no lo alcancen. Aunque hoy sienta que no tiene estandarte por el cual luchar, se siente entero; se burla de las cosas que no están saliendo como esperaba. La acidez que no cura un alikal, le permite reírse del pasado y de paso comprometerse con su presente.