Al que madruga, dios lo ayuda.
¿Que se encubre detrás de esta frase tan
utilizada por una generación y repetida hasta el hartazgo por las precedentes?
Quizás un refrán más: Palabras que sirven en algún silencio para no dejar ese espacio
vacío en la charla. El discurso de la ayuda divina es discutible desde todos
los puntos de vista, sin entrar en temáticas espirituales, los seres humanos
falibles estamos expectante de algo más. Algo que nos ampare cuando las papas
queman, por eso, nos aferramos a la idea de que cualquier milagro puede
salvarnos. No me puedo imaginar que le hubiera pasado a Moisés, si el día
pactado para la liberación del pueblo hebreo, las pilas de su despertador
hubieran fallado. Quizás el cansancio del día anterior sumado al arduo trabajo
de coordinar todo un pueblo, hubieran surtido efecto en su cuerpo, provocando
que no se pudiese levantar antes del amanecer. Al no madrugar incumplió la
regla socialmente establecida, por lo tanto, tiene que prescindir de la ayuda
de dios. El curso de la historia y de toda una religión entera se ve alterado
por un soñoliento profeta que llega tarde al encuentro con el faraón.
Este refrán se basa en mero sentido común,
como tantos otros, no se permite
reflexionar demasiado sobre los acontecimientos que ocurren en la realidad. Lo que
está latente en esas palabras pronunciadas de memoria, es la esperanza de
recibir ayuda.
Ejemplo: si nos levantamos temprano para
ir a buscar un trabajo, pensamos que nos
van a estar esperando con los brazos abiertos para contratarnos, con un
adelanto del primer sueldo (por si no estamos muy convencidos de aceptar). Es
un mundo ficticio en el que todo sale según lo esperado, el cual funciona
en base a una contrapartida: Madrugar para recibir ayuda.
Por último, la esperanza en que dios va ayudar, es consecuencia de una
perspectiva positiva exagerada. Es decir, tener esperanza en que si trabajo y
junto dinero algún día voy a poder conocer Londres, es algo esperable. El deseo
de conocer esa ciudad, sirve como motor de búsqueda de las oportunidades que me
lleven a mi objetivo. Tener esperanza de que mañana me convoquen los mellizos
Barros Schelotto para jugar en la primera de Boca, muy a mi pesar, es creer en
un imposible. Quizás las veces en que se utiliza el refrán, sea para situaciones
poco probables, en las que la única solución sea que un tercero interceda, en
este caso una divinidad. Llevar como bandera una actitud positiva
infranqueable, trae aparejada más desilusiones que aciertos. La esperanza en la
ayuda divina refuerza la tranquilidad de la conciencia, para perpetuarse a una
zona de confort eterna. La responsabilidad de que las cosas salgan bien o mal,
es preferible dejarlas a unas cuantas palabras dichas al viento.