Escucho cumbia
Cuando estoy feliz pienso en cumbia, es raro describirlo así porque siempre es más fácil identificar aquello que nos molesta. Pero a las pequeñas cosas, nunca le damos un espacio genuino en lo cotidiano. Disfrutar es saborear un poco más lo que nos gusta, o los que nos gustan, frenar el tiempo y pensar: si hoy termina el mundo yo acá me quedaría un rato más, por lo menos hasta que me digan que el meteorito está cerca de la tierra. También es comprar el alfajor de tus amores, darle el primer mordisco y entrecerrar los ojos. Tener la cabeza estallada y sentarte un rato frente al río para que la brisa te sacuda la mufa que te tenía avejentado. Son instantes, momentos de lucidez, de agradecimiento.
Hay algo de rebeldía en seguir sonriendo con lo desconocido que nos lleva a lugares placenteros por un rato. Un político diría “le estamos haciendo el juego a la tristeza”, un poeta “le estamos robando un color al destino”, a mi me parece que estamos estafando a la desgracia mientras hacemos de cuenta que no pasa nada. La rueda sigue girando y se empecina en darnos a cuenta gotas, mientras a nosotros nos alcanza con saber que continúa rotando. La cosa se complica, pero todavía escucho cumbia cuando muerdo un alfajor sentado en el solcito.