El tiempo es humo

Si se te llegan a volar los patos, tranquila, yo te los traigo y te ayudo a ponerlos en fila otra vez. Intentas prender el Parisienne con los dedos nerviosos, las yemas chamuscadas, sin darte cuenta de que el cigarrillo está al revés por lo que te va a costar prenderlo. Me percaté a la misma velocidad de tus palabras al querer explicar esa discusión que tuviste en el colectivo pero ¿como decirtelo sin que pienses que te interrumpo, qué estoy ignorando todos tus problemas o que sólo me ocupo de frivolidades?  No quiero que me malinterpretes no voy a enseñarte a fumar, pero me pone nervioso.

De todas formas valoro que hayas pensado en mí para expulsar  lo que te da bronca, es el acto más honesto que puedo presenciar. Por eso prefiero quedarme con el comentario en el bolsillo, es más acertado mirarte a los ojos aunque los tuyos estén perdidos en un torbellino de puteadas. Si lo necesitas frenamos el reloj un rato y nos corremos de la realidad que nos acorrala, porque no hay tiempo de frivolidades: el tiempo es humo.

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